JURÍDICO ARGENTINA
Doctrina
Título:¡Y mi pescado es el más grande! Reflexiones sobre una carta de Plinio el Joven
Autor:González Castro, Manuel A.
País:
Argentina
Publicación:Revista de Derecho Procesal y Litigación de Córdoba - Número 1 - Diciembre 2018
Fecha:13-12-2018 Cita:IJ-DXLIV-32
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Introducción
La carta en cuestión
La cuestión referida
Conclusión

¡Y mi pescado es el más grande!

Reflexiones sobre una carta de Plinio el Joven

Por Manuel A. González Castro*

Introducción [arriba] 

La experiencia me ha enseñado que en conversación de pescadores siempre hay alguien que comenta las cualidades de su destreza, describe la situaciones y condiciones épicas de tal actividad deportiva en plena lucha de su gestión y dominio de la pieza mayor, para luego ingresar en un acalorado debate con otro pescador acerca de quien logró pescar un pez de mayor tamaño y en circunstancias aún más desfavorables.

Debo confesar, que al igual que los pescadores, los abogados solemos reunirnos horas y horas para narrar estrategias de defensas exitosas y situaciones dificultosas de las cuales hemos salido al paso; y sobre todo victorias propias de juristas y estrategas. Por lo general, tanto en reuniones como en actividades académicas, nuestra narrativa se funda en situaciones de éxito y no en derrotas, en criollo: contamos las que vienen llenas y callamos severamente las vacías.

Esto no es nuevo, por ello me referiré en este breve, a una carta escrita por Plinio el Joven a Cornelio Miniciano y que se calcula estar fechada a principios del año 101 d.C.

La carta en cuestión [arriba] 

La carta, a la cual me refiero, es la que lleva número 9 y corresponde al libro III, y como dijera, fechada seguramente a principio del año 101 d.C.

Plinio, conocido como el joven, es un ciudadano romano con un importante cursus honorum y cuya fecha de nacimiento se calcula en el año 62 d.C. Hombre acaudalado que además se dedicó a la literatura y a la retórica con una importante actividad de defensa.

Sus cartas son conocidas y de interés, y en especial podríamos hacer referencia a la carta 96 correspondiente al libro X, en la cual plantea al Emperador Trajano la licitud y las condiciones de la persecución a los cristianos, carta que respondida por Trajano tratando de resolver la fina cuestión establecida por Plinio respecto de si la persecución a los cristianos se corresponde por el hecho de tan solo serlo o por los actos que a condición de tal son realizados.

La carta que nos ocupa en este artículo, está dirigida a Cornelio Miniciano quien es un caballero romano y un ciudadano distinguido de Bérgamo. En ella, relata un proceso judicial que es el que nos ocupa en esta reflexión.

La cuestión referida [arriba] 

Inicia Plinio su carta diciendo: “Ya puedo relatarte con detalle cuanta fatiga es soportado en la causa pública traída por la provincia de Bética. Pues fue un proceso complicado, que se desarrolló a menudo con gran diversidad de alegatos. ¿Por qué esta diversidad, por qué tantas acciones judiciales?”.

En el proceso, Plinio va a ejercer la representación de los béticos en contra de Cecilio Clásico (ya fallecido) y a quien describe como un hombre sin honor y perverso, quien además había desempeñado su consulado con tanta brutalidad como rapacidad.

Se encargará nuestro autor de mostrar ya una primera comparación de la complejidad de su causa señalándola como más importante que aquella que hubo en contra de Mario Prisco por situaciones similares.

Esta complejidad, como su comparación, da título a este estudio.

Es importante también, advertir cómo el mismo Plinio pone de resalto su fatiga, lo que nos solidariza con la misma función del abogado quien a diario desciende las escaleras tribunalicias o camina silente por los pasos perdidos con su ceño fruncido recordando cada una de las palabras que en audiencia o en libelo se dijo.

Otra particularidad de este notable proceso, es que ya en este año 101 d.C. apareen intereses diversos comprometidos, individuales, generales, y hasta podríamos decir difusos o de clase; y esto demuestra que la complejidad del conflicto traído como litigioso no solamente vinculaba a dos sujetos sino a una conflictualidad compleja y de objetivos variables que van más allá de la sumatoria cero.

Es decir, los distintos objetivos no siempre conducen a una única solución querida.

Es por ello, que hará referencia a la multiplicidad de acciones y multiplicidad de alegaciones.

Sin embargo, más allá de la fatiga, la complejidad y el conflicto de objetivos diversos, vemos en esta carta aparecer ya un fenómeno que hoy podríamos decir prácticamente como cotidiano: me refiero al ejercicio profesional en equipo.

Textualmente Plinio se posicionará, aclarará y dirá: “Yo actuaba en defensa de los béticos y conmigo Luceyo Albino, varón de elocuencia rica y elegante, a quien, aunque ya estaba unido desde hacía tiempo por una admiración recíproca, ahora desde nuestra actuación conjunta, he empezado a apreciar más intensamente”.

Sin lugar a dudas, las nuevas complejidades de las causas conducen al trabajo en equipo, no solo para una mayor eficacia en la gestión procesal sino también en el análisis de la causa.

Podríamos decir que poco hay de nuevo en la construcción jurídica de Occidente.

Será nuestro autor quien marca una línea esencial para el trabajo abogadil en equipo y que podríamos traducir diciendo que es un trabajo en conjunto, con objetivos en común y por sobre todo sin competencias internas que a causa de celos profesionales den por tierra con cualquier tipo de estrategia diseñada. La literatura contemporánea y clásica se encuentra plagada de anhelos de fama, éxito y gloria por el profesional del Derecho, la cuestión es si ese es el fin último del ejercicio profesional y quizás lo que más difícil sea de digerir, si ese mismo éxito es compartible y en qué medida.

Escuchémoslo a Plinio: “El deseo de gloria, especialmente en la oratoria pública, lleva implícito cierto rechazo a compartir el éxito; sin embargo, entre nosotros no hubo ninguna rivalidad, ninguna tensión, pues ambos uníamos, con un esfuerzo común nuestras fuerzas no en beneficio propio, sino mirando por el resultado de la causa, cuya importancia e interés nos pareció que demandaba que no asumiésemos tal responsabilidad cada uno con un discurso individual. Temíamos que nos faltase tiempo o nos fallasen la voz o las fuerzas, si nosotros reuníamos, por así decirlo, en un ramillete, juntos tantos delitos, tantos acusados; en segundo lugar, que la atención de los jueces no sólo se relajase sino que incluso llegasen a confundirse, con tantos nombres y tantos cargos; luego, que la unión y combinación de las influencias particulares de los individuos implicados pudiesen proporcionar a cada uno de ellos las fuerzas de todos ellos; por último, que los más influyentes pudiesen ofrecer a los más humildes como víctimas expiatorias, y se librasen del castigo, cargando sus culpas a otros. Pues los privilegios y el afán de popularidad triunfan sobre todo cuando pueden ocultarse bajo una apariencia de severidad”.

Detengámonos nuevamente en este párrafo y en el veremos la generosidad necesaria para unir fuerzas, pero además, significa una correcta comprensión del despliegue y gestión de todo proceso; pues entiende los diversos objetos que ocupan los mismos, tantas y variadas son las acusaciones a llevar adelante, tantos y de distinta condición son los sujetos pasivos de las pretensiones béticas; de allí el planteo ¡Cómo ordenar la retórica para lograr el convencimiento de la magistratura, evitando sobre todo cualquier tipo de confusión en el análisis de la causa! Y, por otro lado, ser conscientes de la posibilidad de malos influjos por inconductas diversas.

En este marco, Plinio hará un análisis de sus propias fuerzas junto a la de Luceyo Albino, esa unidad en un esfuerzo común y con fines que entienden ennoblecidos más allá del beneficio propio será su fortaleza. La debilidad radicaba en la falta de tiempo, o la declinación de sus fuerzas e inclusive de la potencia de su voz.

Ya en el año 101 d.C. tiene en claro que su auditorio es la atención de los mismos jueces. Por ello, es que debe pensar que, en la interrelación y diversidad de casos y sujetos vinculados, los jueces no pueden confundirse con tantos nombres y tantos cargos.

La teoría del auditorio se convierte en marco referencial y la necesidad del hablar claro, va unida a la del énfasis.

El hablar claro se erige en principio rector de buena oratoria. Para ello, una indispensable serie de cortes analíticos que puedan lograr las distinciones necesarias entre tantos delitos y tantos acusados; distinciones que van desde la certeza o falsedad hasta la conjetura de la mera probabilidad.

¿Qué lección nos brinda este autor para poder dirigirnos en un breve lapso a un tribunal cuando la regla oral se va imponiendo en la reglamentación de los nuevos debates judiciales en nuestra provincia y país, conforme lo vemos en las diversas reformas laborales?

Unir fuerzas, sinergia, no es dividir el plazo de alegación en tiempos iguales. Es lograr el arte de la persuasión teniendo por herramienta la verdad arribada en un proceso, sabiendo detallar cada punto en particular, cada pretensión en especial con un verdadero arte de necesaria distinción.

El hablar claro, significa abrir cada cuestión en particular, cerrarla, peticionar la resolución pretendida, para pasar a la pretensión o punto que continua.

Sin embargo, como buen pescador y abogado, Plinio intensificara su relato haciendo descripción de las dificultades que van a aparecer en el proceso y, ante tales, señalara dónde radicó la astucia para dar solución para lo que complicaba su objetivo.

Continuemos leyendo a Plinio: “En la tercera audiencia, consideramos que lo más prudente era agrupar a varios acusados, temiendo que, si el proceso se alargara demasiado, el sentido de la justicia y la severidad de los jueces pudiesen languidecer por el aburrimiento y el cansancio. Por otra parte, quedaban todavía otros acusados de menos importancia, reservados deliberadamente para esta ocasión, aparte de la esposa de Clásico, sobre la que pesaban fuertes sospechas, pero no pareció tuviese suficientes pruebas para acusarla… Por ello, cuando llegue a su nombre en la parte final de mi discurso (pues no había razones para temer que al final de la exposición la fuerza de toda la acusación se debilitase como si estuviésemos en el principio), consideré que lo más honrado no era presionar a una persona inocente, y manifieste esta opinión libremente de muchas maneras”.

Esta estrategia de gestión procesal es coherente con la estrategia y dificultades que había establecido al momento de la organización de su oratoria forense.

Si nos detenemos en el caso de la esposa de Clásico, vemos como el mismo abogado puedo distinguir lo verdadero de lo falso, e incluso lo probable, y acorde a ello direccionar sus fuerzas mediante el reconocimiento de sus propios objetivos y la práctica de formación de grupos conforme clases. La esposa de Clásico no era su objetivo perseguido, y no ve frustrada su estrategia con una actitud de liberación e cargos en contra de ella. Por el contrario, lo que pudo ser visto como derrota, en un plan objetivo cero (Ganador – Perdedor) se ve convertido en un entendimiento de victoria para demostrar su honestidad en su labor abogadil. No es de hombre honrado perseguir o presionar a una persona inocente. Con esa actitud, demuestra su ecuanimidad fortaleciendo de importante modo su pretensión punitiva respecto de otros, demostrando que es capaz de desistir con dignidad la persecución innecesaria.

Todo abogado busca el colofón de su relato y además la recompensa, que es el éxito ante el estrado tribunalicio.

Pero, además, lo que no se puede permitir en el procesar y gestión procesal, es tolerar la parcialidad, y para ello, es importante también que el mismo letrado reconozca y defienda su posición procesal.

Enseña Plinio: “Finalmente, concluí mi discurso con estas palabras: “alguien dirá: ¿Acaso tú estás juzgando este asunto? Yo no lo juzgo; sin embargo, recuerdo que he sido elegido entre los jueces como abogado defensor… en el mismo decreto el senado aprobó con su testimonio más completo nuestro celo, nuestra lealtad, y nuestra perseverancia, única y digna recompensa de un esfuerzo tan grande”.

Recordando nuevamente el cansancio que conduce el ejercicio de la defensa por discutir argumentos, por hablar con los acusados, por interrogar testigos, por apoyar o refutar testimonios e incluso decir que no a tantos amigos de los acusados quienes rogaban a Plinio por ellos en privado y hacer frente a sus ataques en público; lo cual demuestra la necesidad de entereza del abogado y la ausencia de doblez ante peticiones mal sanas.

Plinio se va a levantar incluso en contra de un juez que va perdiendo su parcialidad recordando “te contaré solo una cosa de lo que dije cuando uno de los propios jueces me protestaba en favor de uno de los acusados, muy influyente: “No será menos inocente, le dije, si acabo mi discurso. Puedes conjeturar de estas palabras a cuantas tensiones, a cuantas hostilidades hemos estado expuestos, aunque por un breve espacio de tiempo, pues la honestidad ofende en un principio a aquellos a los que se opone, pero luego es asumida y elogiada por esos mismos individuos”.

Aquí radica en mi parecer la recompensa principal, tal el revelar con claridad un juicio de honestidad y como en toda relación de causa va a recordar una última incidencia cuando uno de los testigos enojado por haber sido citado en contra de su voluntad o sobornado por alguno de los acusados para desarmar la acusación, acusó a uno de los delegados de la bética encargado de la pesquisa judicial de nombre Norbano Liciniano, en la causa contra la esposa de Clásico. La acusación era de prevaricación.

Plinio una vez más resultará vencedor y contará al destinatario de la misiva, el agradecimiento recibió por tal éxito.

Conclusión [arriba] 

Como podemos apreciar, así como el buen pescador goza de narrando su hazaña y éxito, mi querido lector, no le preguntes a un abogado sobre la hazaña y éxito de un proceso judicial de renombre pues hará una exposición larga y detallada con la de Plinio, y se regodeará contando mínimos detalles.

¿Es ello necesario? ¡Por supuesto que sí! Todo esfuerzo vale la pena ser contado, pues de este modo la victoria se transforma en lucha.

 

* Doctor en Derecho y Magister en Derecho Procesal (UNR). Encargado de la Dirección de la Carrera de Especialización en Derecho Procesal (UNC). Prof. Adjunto Derecho Procesal Civil y Director del Programa para la Enseñanza de la Práctica Profesional (UNC). Abogado. manugc_3 1@hotmail .com.