JURÍDICO ARGENTINA
Doctrina
Título:Seguros y COVID-19 en Argentina
Autor:Facal, Carlos J. M.
País:
Argentina
Publicación:Revista de Derecho de Seguros - Número 1 - Julio 2021
Fecha:28-07-2021 Cita:IJ-I-DVI-416
Índice Voces Citados Relacionados Ultimos Artículos
1. Introducción
2. La pandemia: un evento previsto
3. El impacto del COVID-19 en el seguro argentino
4. Conclusiones
Notas

Seguros y COVID-19 en Argentina

Por Carlos J. M. Facal[1]

1. Introducción [arriba] 

Los seres humanos, frágiles y a la intemperie, estamos expuestos al riesgo de sufrir daños de diversa índole y origen.

Con el avance de la civilización pudimos ir identificando y eliminando algunas amenazas, pero a pesar del progreso y a veces a causa de él, afrontamos nuevos riesgos que antes no existían o eran poco frecuentes o graves.

Ha mejorado la prevención y se ha logrado limitar la frecuencia de hechos dañosos. La implementación de ese tipo de medidas también ha ayudado a disminuir la gravedad y extensión de los daños de algunos eventos que no podemos evitar completamente.

Aunque tenemos un mejor manejo de los riesgos, el infortunio puede golpearnos, lastimando nuestra persona, nuestros afectos, nuestro patrimonio y ensombreciendo nuestro futuro.

El seguro es un mecanismo económico que busca diluir entre un conjunto de personas expuestas a riesgos similares -homogéneos, es decir del mismo género- el menoscabo sufrido por aquellos que sufren el rigor del siniestro.

Para diluir y distribuir el daño una entidad profesional (el asegurador) solicita contribuciones a los individuos expuestos (los asegurados) prometiendo cubrir las contingencias dañosas que las partes definen estrictamente. Los asegurados efectuarán aportes de dinero para formar un “fondo de primas” el cual, administrado por el asegurador, acudirá en auxilio de quienes hayan sufrido una pérdida.

El seguro es también, por ese motivo, un procedimiento técnico-financiero que, mediante cálculos y proyecciones estadísticas, permite a los aseguradores calcular cuál debería ser la contribución dineraria necesaria para afrontar la protección esperada por los asegurados que contratan determinada protección.

Finalmente, desde el punto de vista jurídico, el seguro es un contrato aleatorio, celebrado entre quienes buscan protección financiera para el caso de sufrir ciertos daños y un asegurador. El contrato es aleatorio porque el daño podrá o no sobrevenir (“incertus an”) o, algunos casos, si bien ocurrirá fatalmente, las partes ignoran cuándo (“incertus quando”).

Mediante los contratos de seguros los aseguradores asumen las consecuencias patrimoniales pactadas por la ocurrencia de riesgos que asumió en el contrato.

Los contratos describen el objeto de la cobertura provista y lo delimitan enumerando exclusiones que dejan fuera de la protección del contrato.

Según corresponda a la amplitud de los riesgos asumidos y la cobertura financiera pactada, así será el precio que se pacte entre el asegurador y el asegurado (art. 1121 CCC).

Si un evento encuadra dentro del riesgo asumido o no excluido, el asegurador no puede invocar imprevisibilidad.

Los riesgos objeto del contrato de seguros pueden tener distintos orígenes: hechos de la naturaleza como terremotos, huracanes, rayos, enfermedades; hechos originados en comportamientos de terceros como imprudencia, malevolencia, homicidio, incumplimiento de obligaciones y hasta hechos provocados por el propio asegurado como suicidio (con restricciones) o comportamiento imprudente.

Algunos riesgos asumidos son casos de “fuerza mayor”, como terremotos, huracanes, incendios a consecuencia de las canículas, granizo, etc. Podrían haber sido previstos, pero no podrían ser evitados.

El asegurador compromete su prestación para el caso de ocurrencia del evento previsto en el contrato, se trate o no de un caso de fuerza mayor. El contrato define el riesgo cubierto y lo delimita con exclusiones, que deberán ser precisas, explícitas y no genéricas. Si el evento cae dentro de la definición del riesgo asumido y no fue objeto de exclusión, el asegurador deberá su prestación.

2. La pandemia: un evento previsto [arriba] 

La gripe es un antiquísimo microbio que ha aparecido en millones de formas diferentes a lo largo del milenio, y que periódicamente ha producido epidemias devastadoras[2].

Algunos brotes han generado enfermedades que debilitaron a más de la mitad de la población de vastas áreas, como a la Europa continental.

Sólo unas pocas epidemias, sin embargo, han generado mortalidad masiva, matando encima del 5% de los infectados por el virus (por COVID-19 al 17-05-21 la mortalidad alcanza al 2,07% de los infectados)[3].

Dos o tres veces cada siglo, irrumpe una pandemia de gripe y pone en vilo a la población de un país, continente e inclusive del mundo entero.

El virus de la gripe contiene dos antígenos (sustancias ajenas al cuerpo que el sistema inmunológico reconoce como una amenaza): hemaglutinina (H) y neuraminidase (N).

Cuando el virus experimenta pequeños cambios genéticos los antígenos varían respecto a su forma habitual y aunque los anticuerpos no lleguen a bloquearlos, se adaptan y se vuelven aptos para hacerlo en cierto tiempo. Las personas sanas en general reaccionan rápidamente al cambio de los antígenos creando anticuerpos que bloquean los virus luego de tener una gripe leve. Sólo aquellos con sistemas inmunológicos débiles, como los ancianos o malnutridos, podrían fallecer a causa de estas cepas del virus.

Pero, en ocasiones, el antígeno experimenta una mutación profunda y las proteínas H y N pueden ser tan diferentes que son capaces de hacer que los anticuerpos sean inútiles. Si las nuevas formas de las proteínas son además muy eficientes en su propósito de aglutinar las células de la sangre y perforar sus membranas, podría desatarse una epidemia global.

El virus de la gripe es considerado una amenaza latente. Cada año la Organización Mundial De La Salud (OMS) analiza más de 1.700 millones de muestras y mantiene no menos de dos reuniones científicas para vigilar, analizar virus gripales y anticipar el surgimiento de nuevas pandemias[4].

El virus vive en reservorios animales, es persistente e impredecible, muta constantemente y si adquiere la capacidad de contagiar de un animal a otro y de este último a los humanos, puede producir una pandemia.

Según los científicos, al menos una vez en la vida de cada generación humana, el virus es capaz de generar una cepa capaz de vencer al sistema inmunológico. Cuando sucede, el virus circula hasta que se produce la inmunización de la población, en forma natural o por vía de las vacunas.

Hay varios videos que explican su peligro y sobre todo que analizan la peor pandemia de la historia, la “gripe española” de 1918-19 que causó entre 50 y 100 millones de muertos en todo el mundo[5].

El proceso para que comience una pandemia recorre seis estadios, conforme lo explicara desde el año 2005 la Organización Mundial De La Salud (OMS):

En las fases 1 y 2, períodos inter pandémicos, se desarrollan nuevos virus en animales, sin que aparezcan las novedades en los seres humanos. La fase 1 corresponde a un riesgo bajo de casos humanos y la fase 2 señala un mayor riesgo.

La alerta pandémica reconoce tres estadios. Los nuevos virus se contagian de los animales a los humanos. En fase 3 la transmisión entre seres humanos todavía es inexistente o muy limitada. En fase 4 ya se observa evidencia de incremento de la transmisión de humano a humano. En fase 5 esa evidencia pasa a ser significativa.

La OMS declara el estado de pandemia (fase 6) cuando la transmisión de humano a humano es eficiente y sostenida.

Todos los siglos han presentado casos de enfermedades pandémicas y hay registros históricos desde los primeros siglos de nuestra era.

En los siglos XIX y XX, más cercanos, recordamos los siguientes casos:

- La gripe española, de 1918 a 1920, tardó cinco meses en contagiar a todo el mundo, el COVID-19, apenas días. Un avión trae y lleva el contagio en horas. El uso del transporte público lo desparrama geométricamente.

- La gripe de la segunda década del siglo pasado mostró rápido contagio y diseminación del virus. Se verificaron altos picos de infección, ya que el 25% de la población mundial se contagió[6].

Pero lo más impresionante de aquella pandemia fue el aumento de la mortalidad. Hubo entre 25 y 50 Millones de fallecidos, aunque por la fragilidad de los datos que se recogían por entonces hay quien habla de 100 Millones. Era entre el 2% y el 4% de la población mundial[7].

Afectó gravemente adultos entre 25 y 40 años. La curva de mortalidad, que tiene forma de U o de J, adquirió forma de W. Una mortalidad tan alta entre personas en plena edad laboral activa tuvo fuerte impacto en población asegurada. En los Estados Unidos se experimentó un 30% de aumento de la mortalidad básica de asegurados.

El virus irrumpió casi simultáneamente en Norte América, Europa y Asia. La pandemia tuvo tres olas de la pandemia. La segunda fue la más mortífera.

La cepa, inusualmente agresiva, provocaba sobrerreacción de sistemas inmunológicos, matando mucha gente joven en tres días. Las personas con sistemas inmunológicos más débiles no reaccionaron y fueron menos afectados. Esto explica la curva de mortalidad en W. Fue una irrupción infecciosa tan violenta que inicialmente no se creyó que fuera gripe.

El mundo acababa de ver el final de la I Guerra Mundial. Las condiciones de salud quedaron muy deterioradas a raíz del conflicto y había un cuadro de pobreza generalizada. Los sistemas sanitarios fueron colapsados. Ciertamente que las concentraciones de tropas hacinadas en trincheras, barracas y transportes contribuyeron a la difusión del virus.

Como la guerra impuso censura generalizada en los medios de comunicación, el mundo no habló de la amenaza y la prevención fue casi nula. En España, que no había sido potencia beligerante y donde no había censura de la prensa, se comenzó a alertar de la presencia del virus de la gripe que mataba en tres días. De ahí que se la llamó “gripe española”.

El siglo XXI presentó algunas alarmas que se superaron luego de baja mortalidad pero que sirvieron de despertador de una humanidad que desde la tragedia de la “Gripe Española” a principios del siglo pasado, había dejado de prepararse para la eventualidad[8].

También aseguradores y reaseguradores estudiaron el problema y modelaron el impacto que podría tener una pandemia.

Particularmente señalo dos estudios (podría haber muchos más) que se preguntaron, en los últimos quince años, sobre el impacto en la tasa de mortalidad y en la actividad aseguradora que tendría una pandemia de gripe.

Los Chief Risk Officers (Directores de Suscripción de Riesgos) de los 20 grupos aseguradores y reaseguradores más relevantes publicaron un informe titulado “Gripes Pandémicas” en 2007[9].

Analizaron la probabilidad de repetición de una pandemia tan traumática como la de 1918-19, su eventual impacto en la mortalidad de poblaciones aseguradas y los posibles efectos colaterales en el mercado de seguros mundial.

El estudio afirma que una pandemia sobrevendrá en un “futuro cercano”. Concluye que el aumento de la mortalidad será muy inferior al experimentado hace un siglo, aunque la nueva pandemia tendrá un severísimo impacto en la actividad económica y aseguradora de todo el mundo.

En relación a la experiencia pasada, particularmente a la traumática vivencia de la “Gripe Española”[10], advierte cambios de escenario positivos: mejores sistemas y recursos sanitarios, descubrimiento de antibióticos y antivirales para el tratamiento de los síntomas de las gripes (no para evitarla ni detenerla), creación de la OMS y monitoreo global y sistemas de alerta temprana en todo el mundo, existencia de protocolos de atenuación de la transmisión de la enfermedad y desarrollo del concepto y práctica de “salud pública”.

Pero al mismo tiempo señalan algunos cambios habidos en el siglo que los llevó, hace más de diez años, a pronosticar una mayor facilidad en la propagación del virus: desarrollo de los macro conglomerados urbanos, población de bajos recursos o sin ocupación formal hacinada en barriadas sin infraestructura, y particularmente un aumento exponencial del desplazamiento de las personas.

El estudio de los CRO predijo que habría una nueva cepa con probable origen en Asia y profetizó que los viajes desde y hacia Asia generarían múltiples focos repartidos en todo el mundo.

Vaticinaban probable impacto en la mortalidad base y en tasa de fallecimientos para enfermedades específicas. Pero estimaban que por la mayor velocidad de contagio habría menor letalidad ya que el virus circularía menos tiempo.

Pensaban que habría mayor carga en las sociedades en vías de desarrollo (Lo que hasta hoy no se ha verificado, siendo los más afectados, LOS EE. UU., los países de la Comunidad Europea y América Latina). Asia, salvo India e Irán no han sufrido demasiado. En África el país más afectado es Sudáfrica.

Productos que consideraron serían afectados:

- VIDA TEMPORARIO, aunque reconocían que la tasa de mortalidad de la población asegurada es significativamente menor que la de la población en general debido al proceso de suscripción y al segmento socio económico que accede al seguro de vida.

- SEGURO DE VIDA COLECTIVO y en el SEGURO DE VIDA CRÉDITO entendieron que podría haber mayor impacto que en el Seguro Temporario porque no hay proceso de suscripción individual y se cubre a una población más expuesta.

Evaluaron entonces que una nueva pandemia tendría impacto negativo en el SEGURO DE DESEMPLEO, aunque en el ámbito privado ofrece coberturas comerciales limitadas.

Por el contrario, vieron que la mayor mortalidad, sobre todo se presentaba en adultos mayores, tendría impacto técnico favorable en el SEGURO DE SUPERVIVENCIA O RETIRO.

Se consideró probable un escenario con 400.000 muertes en Europa (Al 21-05-2021 alcanzaron al doble sin contar Rusia ni Turquía) y un impacto en capitales asegurados de entre USD 6.000 y 24.000 Millones, que probablemente sea mucho menor puesto que la mayor mortalidad se registró en mayores de 65 años con comorbilidades.

Respecto de los SEGUROS DE SALUD consideraron que habría menor afectación por el efecto de sobresaturación del sistema, que constituye un límite al uso.

En cuanto a los seguros de Property & Casualty anticiparon que habría algunos reclamos por “pérdida de beneficios”, pero únicamente si no se limitaba la cobertura a las consecuencias de “daños materiales”, lo que desde hace tiempo viene haciéndose justamente en vistas a estas predicciones.

Lo mismo consideraron que podrían afectarse pólizas de responsabilidad civil de Directors & Officers por falta de adopción de medidas de prevención o seguridad.

Vaticinaron impacto en el Seguro de crédito por aumento de quiebras (ej. turismo, líneas aéreas, espectáculos, restaurantes, escuelas, shopping malls y transporte público en general).

Pronosticaron que una nueva pandemia traería efectos negativos sobre el valor de los activos financieros, lo que, pese a una caída inicial en marzo de 2020, no se verificó.

Pero acertaron con los efectos económicos de la crisis sanitaria apuntando a que habría caída del empleo, trabajadores impedidos de ejercer sus tareas laborales, actividades completamente paralizadas como la aviación, turismo, gastronomía, espectáculos públicos, transporte interurbano de larga distancia, etc. No se llegó a anticipar que con el desarrollo de las comunicaciones y de Internet habría un considerable desarrollo del trabajo a distancia.

Un segundo estudio, esta vez la construcción de un modelo sobre el impacto en la variación de la mortalidad de nueva pandemia fue desarrollado en 2007 por Swiss Re[11].

Siguiendo las recomendaciones del estudio anteriormente citado, del cual había participado, Swiss Re construyó un modelo predictivo sobre el impacto probable de una nueva pandemia y publicó sus conclusiones en 2007.

Estimó que en los países desarrollados podría ocurrir una pandemia cada doscientos (200) años -0,05% de probabilidad anual- que elevare la mortalidad de la cartera de asegurados de 1 a 1,5%o.

El modelo también analiza que la pandemia de 1918 (un evento cuya magnitud se podría producir cada 420 años) hubiese tenido un impacto significativamente menor en estos días, que el que tuvo entonces.

El modelo combina tres factores: velocidad de contagio, letalidad y variaciones de la letalidad por grupos etarios y su distribución en 37 países o regiones geográficas. Se basa en datos de las tres pandemias del s. XX.

Como las probabilidades del exceso mortalidad en caso de pandemia medida por los reaseguradores significa un 0,5% de posibilidades de duplicación de la tasa anual de fallecimientos en una cartera de asegurados, contemplar esta posibilidad en la tarifa es poco eficiente.

Los aseguradores de vida recurren a la contratación de seguros de “stop loss” por pandemia, que ofrecen diversos reaseguradores (Axa Re, Swiss Re, Munchener, Patria Re, etc.). Se cubre el exceso de siniestralidad, en caso de pandemia, sobre una tasa de siniestralidad por fallecimiento estándar.

3. El impacto del COVID-19 en el seguro argentino [arriba] 

La gripe y otras enfermedades, aunque adquieran características de epidemia o pandemia no están excluidas de cobertura en los contratos de seguro de vida tanto individuales como colectivos. Por consiguiente, son cubiertos por los distintos aseguradores.

La siniestralidad en los seguros de fallecimiento en Argentina no se ha visto mayormente afectada, a pesar de que se trata de seguros temporarios o colectivos, en su casi totalidad. La mayor tasa de contagios y de letalidad del CORONAVIRUS se concentra en mayores de 65 años, generalmente excluidos de cobertura.

Como en el resto de los países, el aumento de la mortalidad se registró en los casos de comorbilidades, como queda de manifiesto en un estudio publicado en el país por Milliman[12]. No resultó afectada la siniestralidad en los seguros de vida en particular y de personas en general.

Los seguros “universal life” y los seguros de retiro han perdido presencia en Argentina desde el abandono de la convertibilidad, y no han visto mayormente afectados.

Los seguros de vida o retiro denominados en dólares tendrán serios problemas, una vez más, por el nuevo cepo cambiario, las restricciones de inversión en moneda extranjera, la inflación que se vendrá por efecto de la emisión monetaria durante la pandemia y el aumento de la brecha cambiaria. Se demuestra una vez más que sin moneda propia la operación de estos seguros es técnica y comercialmente poco viable.

Sí se observan exclusiones a la cobertura en los seguros de renta diaria por internación.

En materia de seguros que cubren los daños a la propiedad: seguros de incendio, combinado familiar, integral de comercios, todo riesgo operativo, avería de maquinaria y construcción, no presentan exclusiones relacionadas con la transmisión de enfermedades, ni con la ocurrencia de pandemias.

En cambio, esas exclusiones suelen existir en otras líneas como son los seguros de responsabilidad civil comprensiva, responsabilidad civil profesional, líneas financieras, o de cancelación de eventos.

En Argentina la cobertura de pérdida de beneficios e interrupción de negocios es habitual que sea otorgada en forma adicional y condicionada a la existencia de daños materiales o físicos sufridos por los bienes asegurados. En principio, el virus no provoca daños físicos ni materiales a superficies, instalaciones, propiedades u objetos asegurados.

Se habla de un potencial aumento de la siniestralidad en coberturas de Cyber risk, Créditos y garantías y cauciones. Pero todavía no hay cifras que evidencien esta afirmación ni se han presentado reclamos en los tribunales.

Si bien la Argentina dictó un decreto de necesidad y urgencia (DNU 360/20), considerando el COVID-19 como enfermedad profesional no listada, sólo lo admitió para los trabajadores que prestaban tareas esenciales con concurrencia a los lugares de trabajo y mientras duró la etapa de AISLAMIENTO SOCIAL PREVENTIVO OBLIGATORIO. Los damnificados debían probar ante la Comisión Médica Central que la enfermedad había sido consecuencia directa y exclusiva de su exposición a las tareas laborales, con la única excepción de los trabajadores de la salud y de seguridad para quienes se consideraba la enfermedad como profesional salvo prueba en contrario. Posteriormente se amplió la cobertura a todos los trabajadores que concurrieran a prestar trabajo fuera de su domicilio, siempre que presentaran prueba del origen de la infección. Las prestaciones de la Ley N° 24.557 se atienden con cargo a un Fondo especial que administran las aseguradoras de riesgos del trabajo[13].

4. Conclusiones [arriba] 

Mi generación era infante en la pandemia de la gripe asiática y adolescente en la pandemia de la gripe de Hong Kong. Ambas presentaron tasas de contagio menores a las actuales y aunque fueron tan letales como el COVID-19, de ellas no guardamos memoria.

Pero en ninguna de ellas se implementó de manera tan generalizada y estricta el cierre de fronteras, la prohibición de viajes, la restricción de circulación, el confinamiento y el aislamiento social.

El impacto del COVID-19 será largamente recordado, pero su golpe a la economía planetaria asegura una larga presencia en nuestras memorias.

Es probable que estas medidas de aislamiento social hayan contribuido a disminuir la propagación y letalidad del virus y terminemos concluyendo que se sobre estimó el aumento de la siniestralidad.

Pero el estudio de los CRO subestimó el impacto del aislamiento en la economía y el empleo. Seguramente la caída generalizada del PBI mundial reducirá fuertemente el volumen de primas, la rentabilidad de los aseguradores y reaseguradores y probablemente obligue a un achicamiento de las empresas del sector.

 

 

Notas [arriba] 

[1] Abogado. Vicepresidente 3° de la Asociación Argentina de Derecho de Seguros. Miembro del Consejo de Presidencia del Comité Ibero Latinoamericano de AIDA (CILA). Director de la Diplomatura Universitaria y de la Especialización en Seguros de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador
[2] Beveridge, W. I. B. “La Crónica de las Epidemias de Gripe”, Historia y Filosofía de las Ciencias de la Vida (1991). Págs. 223-35.
[3] Mapa en tiempo real del COVID-19 : Así se está expandiendo el CORONAVIRUS por el mundo | Sociedad (expansion.com)
[4] Ver, entre otros, https://www.youtube.c om/watch?v=q Xr75cKxwTY
[5]
[6] Al 21 de mayo de 2021 se contagió de COVID-19 sólo el 2,37% de la población mundial, aunque la progresión de contagios está en pleno desarrollo.
[7] Al 21 de mayo de 2021 la tasa de fallecidos por COVID-19 alcanza al 0,05 % de la población mundial.
[8] Son muy ilustrativos los videos de líderes mundiales a comienzo de este siglo y bastante antes de la irrupción del COVID-19 que alertaban sobre la cuestión. https://www.lanac ion.com.ar/e l-mundo/CORONAV IRUS-las-10-advert encias-donald-trum p-paso-nid2353696
Y también https://www.yo utube.c om/watch?v=E j0e PBFgl2I.
Barack Obama relata en su libro “La tierra prometida”, Ed. Debate, Cuarta parte, “La causa justa”, página 460, su vivencia de la amenaza de una pandemia en los primeros meses de su primera presidencia.
[9] CRO Forum. CRO Position Papers. Influenza Pandemics. Septiembre de 2007.
[10] https://www.youtub e.com/watch? v=Snf7q SMmQGE
[11] WOOLNOUGH, Keith - KRAMER, Stephen. Influenza Pandemics. Time for a reality check? Publicado por Swiss Re. 2007
[12] MESQUIDA, Fernando y otros. Análisis detallado del efecto de las comorbilidades en la letalidad del COVID-19 (milliman.com)
[13] Según informa la Unión de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (UART), al 14 de mayo de 2021 se habían denunciado 237.296 casos de COVID-19 en trabajadores esenciales, de los cuales habían fallecido 1.210 y 60.082 casos de enfermedad en trabajadores de la salud, con 228 fallecimientos.