JURÍDICO ARGENTINA
Doctrina
Título:Crónica de una Cuarentena Anunciada. Entre el Encierro y la Intemperie
Autor:Angeloz, Graciela
País:
Argentina
Publicación:Revista Interdisciplinaria de Familia - Número 12 - Junio 2020
Fecha:05-06-2020 Cita:IJ-CMXVII-545
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Algo sobre el cambio y la mutación
Consultas en cuarentena
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Crónica de una Cuarentena Anunciada

Entre el Encierro y la Intemperie

Por Graciela Angeloz*

 “(…) El temor, es un amor que huye.”
San Agustín.

Me han pedido que escriba algo. Y es tanto lo que se ha escrito y dicho que me siento en un océano desde el que no alcanzo siquiera a intuir la próxima orilla.

Es tan abarcativo este fenómeno, que ni falta hace que lo nombre ya que estamos diariamente perseguidos por él, sus denominaciones científicas, sus mutaciones, en fin, sus trampas.

Empezaré por nombrar las palabras que asocio inevitablemente con este intruso asesino serial, un ser homicida en potencia que en el mejor de los casos llega solo al grado de tentativa.

Y así lo llamaré a falta de una denominación más gráfica.

Intruso será, a estos efectos aquel que se ha instalado por un tiempo indefinido en un lugar, sin que nadie lo haya invitado y se puede alojar en todos los rincones, cuerpos y almas. Y dadas sus características, tiene el poder de decidir acerca de la vida y la muerte de sus anfitriones.

Encierro, claustrofobia, ansiedad, miedo, paranoia, cambios, mutaciones, vacunas, cuidado, descuido, protección, desprotección, tratamientos, barbijos, respirador, guantes, lavandina, alcohol, información, laboratorio, conspiración, médicos, enfermeros, hospital, sanatorio, despedida, perplejidad, hipocondría, distancia, estornudos, guerra bacteriológica, murciélago, Wuhan, contagio, infinitud, finitud, vida, muerte, etc., etc. La lista se está haciendo interminable como esta cuarentena.

Desde dónde enfocar este artículo. Realmente no lo sé, pero intentaré acompañar a aquello que me vaya apareciendo con el orden caótico que este intruso impone. La lógica del caos.

Será que el encierro nos obligará a reencontrarnos con esa parte nuestra olvidada, negada, de la que a veces queremos huir, y dime de qué huyes… y te diré con qué te encontrarás, antes o después. Encierro que desnuda, el ángel y el demonio nos espeja cara a cara, sin piedad.

El cielo y el infierno irrumpen de una vez, como destino próximo, ¿nos creíamos inmortales? Pero no, somos mortales, finitos, lo que parece infinito es este estado enrarecido de las cosas.

Recuerdo que, en una clase de Filosofía, un profesor nos dijo que el temple anímico que atravesaba el tiempo de San Agustín era la sensación de fin del mundo, allá por el S. IV d.C.

Y… Sálvese quien pueda. Ahora hay que rendir cuentas, enfrentados a nosotros mismos, ¿nuestras miserias y grandezas… qué vemos? ¿Quiénes somos? ¿Cómo somos?

Encierro que marca fronteras, límites, un adiós a las fantasías de omnipotencia, el universo cumpliendo su propósito, si es que tuviera alguno, aquello que nos supera, sobrepasa, achica, y engrandece…una nueva versión de lo heroico.

Una tragedia actual, llamada pandemia, que tendría muchas de las características de la tragedia antigua, hybris, hammartía, ate, agon,… soberbia, desafío, ignorancia o error trágico, cólera, locura, tensión, etc. Culpables e inocentes, más temprano que tarde recorriendo estos y otros estados existenciales y sus consecuencias.

¿Qué extrañamos en el exilio? ¡Tal vez esa vida de la que renegamos a menudo y que ahora no vemos cómo ni cuándo volver a ella! Es el desfondamiento de la existencia. Las rutinas canceladas, y con ellas los apuntalamientos y sostenes propios de este tiempo. Es imperiosa la necesidad de crear nuevas rutinas, los centros se descentran, los ejes de la existencia se derrumban… ¿cómo atravesar esta invasión, esta convivencia con el asesino serial?

La vida sin maquillaje, sin los laterales que hacen que el centro a veces se pierda de vista, o se haga soportable cuando resulta abrumador… desnudez.

Aparecen otras lateralidades, otros centros, nuevas y diferentes perspectivas, ilusión y desilusión que recaen sobre sí mismo y sobre el otro que también se hace presente con lo mejor y lo peor de sí.

Algo sobre el cambio y la mutación [arriba] 

Los cambios y transformaciones parecen ser y haber sido una constante preocupación para el espíritu humano. Ya desde los filósofos presocráticos, se intentaron explicaciones que solo pretendieron controlar lo incontrolable. En este momento, pareciera que la peligrosidad del cambio se ha hecho realidad más que nunca, la muerte acecha. Aristóteles decía que el cambio o movimiento —kinesis— es el paso de la potencia al acto. En el caso que nos ocupa, se trataría del último acto, después del cual solo queda el silencio y el llanto y el recuerdo.

Y el intruso sigue mutando y mudando. Mutando en su poder letal en aquello que hace que sea mortal, lo que es, deja de ser e imposibilita controlarlo porque deja de ser lo que era, pero no deja de existir… una pesadilla. Pero no es un sueño, de las pesadillas se despierta de esta no… porque es una realidad. Mudando de huésped, a su antojo, a veces con señales a las que les dicen síntomas y otras sin ellas, una presencia inadvertida, que le permite, por su invisibilidad, habitar cómo cuándo y donde, según su letal capricho. Y como más allá de los cambios, siempre algo permanece, en este caso pareciera que lo inmutable es su naturaleza de no viviente. El intruso no es un ser vivo. No nace ni muere. No vive, sino que existe solo a expensas de un ser vivo. Necesita de la vida de otro para mantenerse en su ser. Vocación de parásito, pero tampoco lo es. ¿Instinto de conservación? No, porque no es un ser vivo. Los filósofos del realismo clásico dirían que es el apetito natural, presente en todos los seres dotados o no de conocimiento, de permanecer, siendo.

¿Los humanos también están mutando? ¿Y si es así, de qué forma y hacia dónde si es que hay un dónde…? ¿Ingresaron a su vida cosas que antes no tenían espacio ni tiempo? Me refiero a ciertas manifestaciones del espíritu como el arte, la creatividad, el mundo de lo culinario, etc.

A veces me pregunto, si el intruso hablara ¿qué diría? Porque expresarse se expresa, no hay dudas, pero si pudiera hacerlo a través de la palabra, ¿qué tendría para decirnos? Esto lo dejaré para otra escritura.

¿Será una manifestación de la ley de entropía, que toma al intruso para presentarse?

Más que nunca el trípode de la autocrítica con ganas o sin ellas, nos interroga una y mil veces… qué pienso (Logos), qué siento, (pathos), qué quiero hacer (ethos).

Y sean cuales fueren las respuestas, hay una única acción segura… el encierro.

Siendo que la ambivalencia es una de las características de casi todas las cosas de este mundo.

El encierro y la distancia también lo son. Generan menos posibilidad de encontrarnos con el intruso, pero a su vez, enferman. La soledad a veces toma el nombre de aislamiento.

Una vez más todo depende de lo que hacemos con lo que nos toca enfrentar, lo que nos enfrenta, el que tenemos frente.

Podremos hacer de este episodio (¿) una experiencia?

¿Podremos aprender algo? ¿Seremos peores o mejores después que el intruso no amenace?

Algunos dicen que vino a enseñar… ¡vaya lección que puede dar un homicida en potencia!

Qué paradoja, ¿no? Y es que, siendo portador del anuncio de la proximidad de un hecho seguro como la muerte, tal vez podría enseñarnos justamente eso… aprender a prepararnos para morir.

Pero volviendo a la ambivalencia también pueda tal vez, enseñarnos a prepararnos para vivir esta especie de segundo acto al que nos veremos invitados a protagonizar… si sobrevivimos… todavía nuestra obra de teatro —si podemos llamar así a nuestra vida— no habrá terminado… No lo sabemos.

Pero sí podemos quizás, idear un guión posible, un camino viable, mejores elecciones, más sensatas decisiones, repensar el organigrama de valores, prioridades, lo urgente, lo importante, y también imaginar el desenlace posible…

Consultas en cuarentena [arriba] 

Trastornos de ansiedad, crisis de pánico y otras manifestaciones del espectro están a la orden del día. Como siempre, si hay un terreno predisponente, situaciones como estas, agravan el cuadro.

Una de las dificultades con la que nos encontramos, es la modalidad de la consulta, necesitamos modificar el encuadre, recurrir a la tecnología que no está disponible de igual manera para todos los pacientes ni para todos los profesionales.

Escuchamos a los pacientes plantearnos como dificultad, que los espacios propios para mantener la sesión no se encuentran ni son fáciles de habilitar… ¿será que esta nueva vida permite visibilizar, además, algo que ocurría también antes de la cuarentena? La privacidad se ve también amenazada. Hay quienes se van al auto para mantener una sesión, tal lo que comentaba un colega días atrás, ya sea con la pc por Skype, o con el celular.

Se replantean, en los intercambios familiares, lo propio, lo privado y aquello otro que estamos dispuestos a compartir. Siendo que somos seres relacionales, los contratos, los pactos, y todo lo que hacía posible la vida en común, clama por una urgente revisión.

Es tiempo de recontratar, analizar cada cláusula y cambiarla por otra, para incumplirla dentro de poco y dar lugar así a nuevos reclamos y conflictos, que en un punto mantendrán vivo el vínculo a costos que solo el tiempo establecerá y serán probablemente muy altos.

Han aumentado las situaciones de violencia intrafamiliar, el encierro en ciertos casos exacerba el ello, y así el violento da rienda suelta a su faz tanática.

Este es un tema cada vez más acuciante, de una gravedad cada vez mayor a la que es muy difícil poner fin, poner ley.

También las familias en instancia judicial muestran mayores dificultades aún que las múltiples que padecen sin cuarentena. Los regímenes de visita la responsabilidad parental, los encuentros entre hijos y genitores no convivientes se han visto seriamente perturbados, aunque no suspendidos. Con todos los riesgos aumentados de generar aún más violencia entre la pareja de padres excónyuges a quienes no les hace falta cuarentena para hacer circular la violencia que aún los une…

Lo ajeno propio y lo ajeno del otro (Puget y Berenstein) también irrumpe.

Es decir que el intruso no solo vino a desnudarnos como individuos, sino que también desnuda nuestras relaciones, por eso, porque no existimos individualmente sino en relación… nacemos y morimos en relación. Hoy más que nunca dependemos fuertemente si no totalmente del otro, la ilusión de autosuficiencia será otra pérdida para duelar.

Nos estamos perdiendo a nosotros mismos en el mismo movimiento que nos lleva a encontrarnos con nuestra verdadera identidad, con nuestra mismidad desconocida que nos habita.

¿Ya estamos modificados, las cosas que antes nos interesaban o eran importantes al extremo de darles prioridad sobre otras, ya nos parecen totalmente irrelevantes, no atractivas y menos interesantes?

Creo que eso sentimos y pensamos la mayoría de nosotros, es decir que habrá que duelarnos a nosotros mismos… ¿qué parte de nosotros se fue y se está yendo con esta cuarentena? ¿Qué se está llevando de nosotros?

Algunos economistas han señalado y no sin razón, que gran parte del problema radica en que ahora compramos lo necesario, y son tantas las cosas que no necesitamos, que habrá superabundancia de mercancías no vendidas y pérdidas cuantiosas entre fabricantes y productores diversos…

Recuerdo un aforismo que sostiene que “(…) rico no es el que tiene de todo sino el que menos necesita”… paradójicamente entonces, lejos de empobrecernos estamos siendo mucho más ricos que antes…

En relación con la muerte, ¿cómo será morir a manos de este asesino serial? Lo pregunto retóricamente, sin ninguna voluntad de responder por experiencia propia.

Este intruso parece que se interpone entre su portador moribundo y aquellos que quisieran poder despedirse del ser querido. Escuchamos testimonios desgarradores, un adiós sin despedida, cruel, una imposibilidad absoluta de sostener en los brazos a quien los deja para siempre, una ausencia de contención para el que muere, irse, sin más. Un duelo probablemente patológico para los que quedan, tal vez interminable o muy difícil de elaborar, se puede pronosticar.

El caso extremo es tal vez el supuesto inverso, hay quienes mueren en sus casas, rodeados de su familia que no puede avanzar con los rituales fúnebres… en algunos países como Ecuador, se han visto situaciones en las que han tenido que abandonar en la calle al difunto, a la espera de su entierro, que a veces se hace imposible por diversas razones…

Son situaciones inimaginables.

Todo lo dicho hasta aquí, sería quizás aplicable a una porción de los humanos que puedan de un modo u otro compartir algo de estas disquisiciones.

Pero hay otro sector, que vive la intemperie comentada más arriba, al aire libre, sin techo, sólo estrellas. ¿Cómo será en esos casos, donde la muerte es parte del decorado habitual, donde no hay encierro al modo en que lo entendemos sino encierro en el afuera? La forma más auténtica de intemperie, donde la palabra ya no es metáfora y la desnudez solo un nombre.

No sé qué más decir sobre esto, me quedo sin palabras…

Recurro a una de las póstumas enseñanzas legadas por el querido Dr. Miguel A. Spivacow y sirvan de profundo agradecimiento y homenaje “(…) Lo Real, Manda”.

Bibliografía [arriba] 

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Angeloz, G. Sicardi, “Construyendo un Padre” Abordaje Psico jurídico de un Divorcio. Presentado en el Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis de Familia y Pareja. Flapag. Montevideo. 2017.

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 Berenstein, I. Y Puget, J. (1998) Lo vincular. Clínica y Técnica Psicoanalítica. Editorial Paidós. 1997. Buenos Aires.

Spivacow, Miguel. La Pareja en conflicto. Paidós. / 978-950-12-4284-3.

 

 

*Abogada. Psicóloga. Docente de Filosofía, Filosofía del derecho y Ética (USAL). Secretaria de Redacción Revista Interdisciplinaria de Familia.